
Se cerraron los Juegos y lo hicieron de manera espectacular. Más allá de una nueva ceremonia extraordinaria por parte de los chinos, en la que esta vez los fuegos artificiales no lo fueron tanto, a todos se nos quedará en la memoria para siempre lo que vimos entre las 8:30 y las 10:30 de la mañana de este 24 de agosto. Posiblemente no lo sepamos a ciencia cierta, pero lo más probable es que hayamos presenciado el mejor partido de la historia del Baloncesto de selecciones. Hace 24 años, un 10 de agosto, España y Estados Unidos disputaban la final de los Juegos Olímpicos en Los Ángeles. El resultado fue de 96-65 para el equipo americano, en un partido sin historia que tenía el resultado decidido desde mucho antes de empezar. Este año, cuando comenzaron los Juegos, todos teníamos en mente la repetición de esa final, y pensábamos que esta vez la diferencia no sería tan amplia. Sin embargo, muchas de las esperanzas de derrotar al ‘Redeem Team’ se esfumaron cuando veíamos en la primera fase como, casi sin despeinarse, Estados Unidos arrollaba a España por 119-82. La mayoría pensaban que la final sería igual, pero los jugadores les demostraron que se equivocaban.
Porque la final fue otra historia, fue otro mundo. Los dos equipos salieron enchufadísimos desde el principio y no pararon de anotar en todo el partido. El parcial del primer cuarto, un 38-31 para Estados Unidos, hacía presagiar un resultado final cercano a los 120 puntos, una locura en un partido FIBA jugado a 40 minutos. Aunque lo de partido FIBA es un decir, ya que en ningún momento llegamos a enterarnos de cuáles eran las reglas que imperaban en la pista. Los árbitros, entre los que se encontraba el lituano Brazauskas, un auténtico adicto a pitar pasos, dejaban a los americanos campar a sus anchas y caminar cuanto les apeteciese por la pista. Solo les pitaron 2 veces pasos en todo el partido, lo que dejaba claro la consigna que tenían antes de salir a la cancha. En el ámbito de las faltas estuvieron algo mejor, pero mediado el segundo cuarto comenzó la disparidad de criterio. No contentos con eso, a falta de 18 segundos para el final señalaron dos técnicas al banquillo español, a lo que Juan Carlos Navarro respondió, como protesta en la última jugada, haciendo 3 pasos de salida que los colegiados ni se molestaron en señalar.
Pero después de todo creo que lo mejor no es quedarse con el regusto amargo de lo que pudo haber sido, sino de disfrutar de lo que realmente fue. Les tuvimos ahí y pasaron buena parte del partido asustados, y muestra de ello fue el gesto chulesco de Kobe mandando callar a la grada tras anotar un triple casi al final. En la memoria de todos quedará esa imagen, quedará el sensacional mate de Rudy Fernández anotado en la mismísima cara de Dwight Howard como tarjeta de presentación para su futuro en la NBA, y quedará ese triple fallido de Carlos Jiménez a falta de poco menos de 2 minutos, que nos habría situado a tres puntos y que hubiera dejado un final de partido de infarto. Pero da igual, esta plata sabe a oro, y así la disfrutamos.
Además del Baloncesto, el Balonmano también cumplió con su objetivo de irse de Pekín con una medalla al cuello y derrotó a Croacia en la lucha por el bronce por 35-29. Fue el mejor partido de España en todo el torneo, que con solo dos encuentros disputados a buen nivel ha conseguido subir al podio. Tras una primera fase desastrosa, el partido de cuartos ante Corea dejó unas buenas sensaciones que se perdieron en la semifinal ante Islandia. Ante Croacia volvieron y consiguieron cerrar una despedida sensacional para Juan Carlos Pastor y el gran David Barrufet de la selección española, ya que ahora prefieren centrarse solo en sus clubs. El vallisoletano ha cerrado la mejor actuación de un seleccionador al frente del equipo nacional, y se va con un título del mundo, una plata en el Europeo y un bronce olímpico.
Los chicos del Waterpolo también derrotaron a Croacia en la última jornada, aunque en este caso era en la lucha por el quinto puesto. En un partido entre dos selecciones que aspiraban a más, los de Rafa Aguilar vencieron por 11-9 y se llevaron un buen sabor de boca de Pekín. A pesar de los Iván Pérez, Guillermo Molina o Ángel Andreo, esta es una selección joven que seguro que en Londres dará lo mejor de sí misma.
Terminaron los Juegos y lo hicieron con 18 medallas para España, menos de las que se esperaban en un principio pero más de las que se veían venir después de los primeros 10 días de competición. Al final se supera el puesto en el medallero de Atenas y Sydney al haber sumado más en oros que en esas dos citas, aunque una medalla menos que en 2004. Ha habido deportes en los que se ha cumplido con creces como el Ciclismo (4 medallas), el Piragüismo (3 medallas) o la Natación Sincronizada, el Tenis y la Vela (2 medallas); pero también ha habido otros deportes que sin duda han decepcionado y donde se esperaba mucho, como el Judo, el Atletismo, la Natación, el Taekwondo o el Triatlón, que se han vuelto de vacío cuando había esperanzas claras de conseguir metales en todos ellos. Yo apostaba por 25 medallas antes de empezar, y contando las que hemos tenido más algunas que parecían fijas se podía haber llegado (con un poquito de suerte también) a esa cifra sin problema. Seguimos sin superar la marca de Barcelona, aunque volvemos a quedarnos a las puertas. Ahora solo queda esperar 4 años para saber si seremos capaces de hacerlo en Londres, o tendremos que aguantar hasta una nueva cita olímpica en España. ¿Será en 2016 en Madrid? El 2 de octubre de 2009 lo sabremos.















Mark Spitz se quedó a una sola medalla del hombre que más ha logrado en la historia, el que me hacía dudar en el comienzo: Paavo Nurmi। El finlandés es sin duda el mejor medio-fondista y fondista de todos los tiempos, y atesora en su palmarés la friolera de 12 medallas olímpicas: 9 de oro y 3 de plata. En sus primeros Juegos Olímpicos, en Amberes 1920, ganó 3 oros (8000 metros cross individual y por equipos y 10000 metros) y una plata (5000 metros). 4 años después en Paris su cosecha sería de 5 oros (1500 metros, 3000 metros, 5000 metros, y 5000 metros cross individual y por equipos). Su carrera olímpica terminaría en 1928 en Ámsterdam con otras 3 medallas: un oro (10000 metros), y dos platas (5000 metros y 3000 metros obstáculos). Pudo haber ampliado su palmarés pero no se le permitió participar en los Juegos de Los Angeles en 1932 por cobrar dinero por correr, algo que estaba prohibido en aquella época ya que todos los atletas debían ser amateurs.
El otro gran fondista de la historia olímpica ha sido Emil Zatopek. Se dio a conocer en los Juegos de Londres en 1948, donde consiguió una medalla de oro (10000 metros) y una de plata (5000 metros), pero fue 4 años después en Helsinki donde su nombre paso a la historia. En el plazo de una semana consiguió hacerse con el oro en las 3 grandes pruebas de fondo (5000 metros, 10000 metros y maratón). Lo más curioso y lo que le hace más grande si cabe es que no pensaba participar en la maratón, ya que nunca había corrido una en su vida, y minutos antes de la salida lo decidió. El checoslovaco tuvo bastantes problemas con el gobierno nacional tras su retirada y solo a partir de 1975, cuando se retractó de sus palabras, fue considerado un héroe en su país.
El tercer nombre histórico del atletismo, esta vez en pruebas de velocidad, es Carl Lewis. El norteamericano, al que podría considerarse el atleta total en las distancias cortas cuenta con 10 medallas olímpicas, 9 de ellas de oro, conseguidas en 4 Juegos Olímpicos distintos. Su primera participación pudo haber sido en 1980, pero el boicot americano a los Juegos de Moscú impidió que así fuera. Hubo que esperar 4 años para verle en acción, esta vez en su país. En Los Angeles logró 4 medallas de oro (100 y 200 metros lisos, 4x100 metros y salto de longitud), igualando así el record que hasta entonces ostentaba Jesse Owens. En 1988 en Seúl conseguiría otras dos medallas de oro (en 100 metros, esta tras la descalificación de Ben Johnson, y salto de longitud) y una plata (200 metros). Ya con 31 años se presentó en 1992 en Barcelona para sumar 2 medallas de oro más (salto de longitud y 4x100 metros), y cerraría su carrera en Atlanta con su último oro en salto de longitud.
El cuarto y último atleta lo he mencionado en el anterior párrafo: Jesse Owens. El estadounidense de raza negra consiguió 4 medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 1936 (100 y 200 metros lisos, 4x100 metros y salto de longitud), pero más allá de sus medallas ha pasado a la historia por el contexto en el que las logró. En unos Juegos creados por el gobierno nazi dirigido por Adolf Hitler como clara propaganda del régimen, este se negó a aplaudir todas aquellas medallas que no fueran ganadas por atletas de la denominada “raza aria”. Los directivos del comité olímpico le instan a que aplauda a todos los medallistas o a ninguno, y Hitler se decide por la segunda opción. A pesar de eso Owens declaró años después en su biografía que el Führer sí le saludó mientras daba la vuelta olímpica. Pero si algo fue doloroso de verdad para él fue que en su propio país el presidente Roosevelt, en plena campaña electoral, se negara a recibirle por miedo a una pérdida de votantes de los sectores más radicales de la sociedad americana. Tuvo que esperar 40 años para ser recibido en la Casa Blanca por el presidente de la época, Gerald Ford.
Cambiando de deporte toca hablar del gimnasta con más medallas olímpicas y más oros de la historia, el bielorruso Vitaly Scherbo। Bajo la bandera del Equipo Unificado logró seis medallas de oro de ocho posibles en los Juegos de Barcelona 92 (programa individual y por equipos, anillas, salto, caballo con arcos y paralelas) con tan solo 20 años de edad. Arrolló a todos sus rivales como nunca nadie lo hizo y se quedó a solo un oro del récord de Mark Spitz. Cuanto todo apuntaba a que 4 años después podía continuar la suma de medallas, su mujer sufrió un accidente de coche unos meses antes de la competición que la dejó en coma. Él abandonó todo para estar junto a ella y en el mes que duró la convalecencia cogió mucho peso y abusó del alcohol, por lo que su preparación era nula para participar con garantías en Atlanta. Sin embargo su mujer despertó del coma en contra del pronóstico de los médicos y le animó para intentar llegar en condiciones a los Juegos. Su participación no fue tan destacada, pero consiguió 4 medallas de bronce (programa individual, salto, paralelas, y barra fija) que dejó su bagaje olímpico en 10 medallas. Sin embargo su mala suerte continuó, y en 1997 una lesión en la mano tras un accidente de moto le hizo retirarse de manera definitiva.
Y para no parecer machista cierro la lista con una chica, la gran Nadia Comaneci। El gran momento de la gimnasta rumana le llegó con solo 14 años, cuando consiguió el primer “10” de la historia de los Juegos Olímpicos, puntuación que lograría 6 veces más। Ni siquiera el videomarcador se lo creía, ya que marcó un “1।0” al estar preparado solo para un número entero y un decimal. En esos Juegos de Montreal en 1976 sumó cinco medallas: tres de oro (programa individual, barra de equilibrio y paralelas asimétricas), una de plata (programa por equipos) y una de bronce (suelo). Cuatro años después en Moscú completaría su palmarés olímpico con 3 nuevas medallas: 2 de oro (suelo y barra de equilibrio) y una de plata (programa individual). Hoy en día la imagen de Nadia Comaneci nada tiene que ver con la de aquella niña que encandiló al mundo el verano del 76.